Los apuntes se acumulan y el tiempo, tirano que busca disfrazarse de alcaucil, no permite leerlos dos, tres, cuatro veces. El estudiante se siente caer en un túnel y en lugar de mesas sus paredes se recubren de palabras en Times New Roman 8 con interlineado simple. Sin sangría.
Ahora sí, resaltador en mano-su tapa encastrada en su retaguardia- y pulso firme. Los ojos deberán acariciar el texto suavemente, como quien no quiere la cosa, apenas rozando su superficie. Algunas palabras llamarán la atención más que otras-por ejemplo xilófono o pionono- pero lo que se debe exaltar es distinto, es la fría idea. Nada de sutilezas, nada de belleza (¡menos aún ejemplos!), todo es funcional.
La punta en chanfle tiñe sádica a la triste hoja y de un solo tirón el daño está hecho, irreversible.
Lo esencial es invisible a los ojos pero después de que lo manchemos así rosa chillón, verde OVNI, amarillo patito de Chernobyll; entonces sí que lo esencial será visible, tan visible que habrá que usar lentes de sol para protegerse del resplandor.